El hombre desde antiguo y a pesar de sus ocupaciones y de su vida sumergida en los afanes del mundo, ha sentido el deseo de trascendencia, la sed ardentísima de relacionarse con un ser superior a él que sea su guía y apoyo en su peregrinar por el mundo, ese ser superior es el Buen Dios de amor y misericordia que no actúa como juez severo, sino que ha manifestado y manifiesta su amor para con la humanidad, siempre ha tendido su mano al hombre cuando más lo ha necesitado y cuando ha sentido desfallecer a causa del pecado que pone un muro entre el hombre y el rostro divino del Dios Altísimo.
El muro del pecado puede ser derribado, ya que Dios en su providencia portentosa, ha escogido algunos hombres, pecadores también, que por el ministerio sacerdotal, tienen el poder de perdonar en nombre de Dios las faltas del hombre, que en su condición de pecador, no cesa de buscar el Rostro misericordioso de Dios por medio del cual se manifiesta su amor y bondad.
Aun en los momentos en que el hombre siente que su vida se ha desviado del camino recto Dios está ahí acompañándolo con su mano poderosa, porque el Señor no olvida lo que ha creado, no se olvida de la fragilidad del hombre y siempre busca rodearlo de su ternura infinita que traspasa todo límite; El que es fuente de amor se manifiesta cuando el hombre lo busca con sincero corazón y siempre estará dispuesto a prodigarle el amor que le ha tenido desde antes de la creación del mundo.
Juan David Guarín Cardona.
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