lunes, 17 de octubre de 2011

LA NOCHE DE LA FE.





Somos humanos y por ende, la fragilidad se adueña de nuestra vida. Esta es una realidad que debemos asumir, caminar en la noche de la fe y de la vida misma, se convierte en un crisol, en un lugar para moldearnos por mas que duela. Es en el desierto donde experimentamos la autentica necesidad de Dios, es un puente colgante que nos cubre el alma de pánico, pero que es necesario para cruzar al otro lado, donde nos espera Dios.
En ocasiones, como Jacob luchamos contra Dios y sus designios durante toda la noche para obtener un beneficio, al clarear aunque lisiados, contamos con la recompensa de la bendición. Es cierto que las luchas nos llenan de temor pero como discípulos de Cristo, llamados por El es una gloria el hecho de luchar, esta acción es constante en nuestra vida discipular, en este camino vamos a encontrar obstáculos, pero Dios es la fuerza, Dios está ahí justo cuando mas ausente  lo sintamos, en el momento en que mas soledad experimentemos, Dios no se muda pero nos invita  también a renovar el corazón,  a tener la experiencia viva  del arrepentimiento real que quebranta el corazón, Dios creará una  tempestad en nosotros, y de esta manera manifestará su santidad, la misma que causa en el corazón quebrantado admiración y horror: admiración por tanta grandeza y beldad y horror, por haber ofendido esta santidad infinita. Dipos misericordioso infunde en nosotros un espíritu nuevo que da vida y que  a su paso todo lo renueva. Cuando nos sentimos solos y el desaliento se adueña de nosotros, solemos reprochar las cosas y evadirlas, pero en la vida del seguidor de Jesús siempre habrán dificultades, desiertos, dolores, está en nosotros darle sentido al sufrimiento para alcanzar la dicha manteniendo la esperanza, pues no hay victoria si lucha, alegría sin tristeza, triunfo sin fracaso, día sin noche.
Juan David Guarín Cardona.

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